Te has envalentonado y le pides los dos peniques extra. Él se enfada muchísimo. Nunca quieren pagar más de lo acordado.

Le prometes una rebaja en un próximo servicio, y lo adulas, ensalzando su “herramienta”.

El tipo lanza de mala manera un penique al suelo. Lo coges, precipitadamente. Durante un segundo, crees que ha llegado el final. Pero al levantarte de nuevo, el tipo ya se está alejando por el callejón. Ha habido suerte.