“¿Qué desea?”, te atreves a preguntar, calculando bien un flanco descuidado, por si tienes que echar a correr.
El tipo sale de la penumbra, y te resulta muy familiar. Lo has visto por el barrio, con seguridad. “¿Cómo se llama usted, señorita?”. Una pregunta tan directa no es propia de un cliente, pero quizás tampoco de un asesino. Seguro que es el cobrador del señor Fincher.
Si le mientes, quizás simule creerte y te deje en paz esta noche. Como mucho, te pedirá un “servicio”, por no cobrarte y dejarte en paz. Y, dadas las circunstancias, estás dispuesta a hacérselo. Si le mientes, puedes usar el nombre de una conocida que no te caiga demasiado bien.
¿Qué haces?